Marcha por las Hoces

En el camino de nuestra vida vamos acompañados siguiendo a Aquel que nos guía

Un lugar preferido

Las maravillas de nuestro mundo, el amor por la naturaleza, el asombro ante la Creación.

Subida a la Collada

Cuestas, subidas y bajadas, obstáculos, piedras en el camino... Todo nos hace crecer.

La barca cerca del océano

Navegar por el inmenso mar. Momentos de silencio, de tranquilidad, de paz, de búsqueda interior...

Salida de las hoces

Al final del camino descubrimos la recompensa a todo nuestro esfuerzo.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Una nueva especie: el joven cristiano

Si tuviera que decantarme por uno de los aspectos que más me gusta de la Jornada Mundial de la Juventud es que es un acontecimiento que está patente en la calle, que se vive junto a la gente, que impregna con su ambiente a toda una ciudad... Digamos que no es fácil esconder a medio millón de jóvenes durante una semana por muy grande que sea esa ciudad. Y esto, guste o no, hace que el evento en sí llegue a todo el que vive allí.
De la noche a la mañana las calles se llenan de jóvenes cantando, jugando, danzando, y en definitiva dando vida y frescura a la ciudad. Es normal, son jóvenes. Estos jóvenes también compran cosas, hacen turismo, van a los bares, les gusta divertirse, escuchar música y bailar. Es normal, son jóvenes. Y también hacen otras cosas como rezar, reunirse, estar en silencio, contarse sus problemas o hablar sobre Dios (incluso a veces en alto). Son jóvenes, ¿es normal? Pues sí. Son cristianos, sí, y jóvenes, también.
Los jóvenes cristianos no son una especie en extinción, no. Tampoco son una especie que vaya en paralelo al resto de la creación. Los jóvenes cristianos no son bichos raros (un poco raros a lo mejor sí, pero es que ¿qué gracia tiene no ser raro?). Y los jóvenes cristianos, como su propio nombre indica, son jóvenes y son cristianos con lo que conlleva cada una de las dos. Ni ser joven inhabilita para vivir como cristiano, ni ser cristiano inhabilita para vivir como un joven.
Los jóvenes cristianos somos personas como el resto. Con nuestros fallos, defectos, errores y con nuestras virtudes. Estoy cansado de prejuicios y estereotipos que nada tienen que ver con la realidad, aunque sé que como grupo social estamos expuestos a ello. La realidad es mucho más natural, sencilla y humana de lo que "se piensa". Quizás porque se tiene una idea muy compleja de lo que es el cristianismo, y el cristianismo se resume sencillamente en una persona.
Habitualmente se acusa a la Iglesia de juzgar los comportamientos de la sociedad. Paradójicamente los jóvenes cristianos son juzgados constantemente por todo el mundo. No puede haber ni una mancha en tu expediente, lo que dices y lo que haces pasa a estar automáticamente debajo de la lupa de la sociedad. Por suerte o por desgracia, creo que todos los cristianos contamos con ello de principio, y no solo con ser juzgados sino también perseguidos. Una palabra que suena fuerte, muy dura, como de otro tiempo, pero que sin duda cada vez cala más hondo en el interior de los cristianos.
Cada día se hace más difícil reconocer que se es cristiano. Esa mochila de la JMJ que para muchos medios ha sido el escudo perfecto del peregrino -algo así como un generador de aura de energía-, para los jóvenes fue nuestra manera de demostrar quiénes somos en realidad. El primer día costó llevarla porque sabíamos lo que significaba. Gracias a Dios, el segundo día era un orgullo llevar esa mochila a cuestas. Es duro, pero merece la pena.

martes, 25 de octubre de 2011

20/10/2011: ¿Paz sin perdón?

El 20 de octubre de 2011 pasará a formar parte de la Historia por la serie de sucesos que acontecieron. Aún ahora, mientras escribo esta entrada, siento dentro de mí una desconfianza brutal; no sé si puedo creérmelo o si debo ser precavido y esperar. Tanto la captura de Gadafi como el fin de la lucha armada por parte de ETA parecen buenas noticias, tan buenas, que uno no sabe si son verdad o no. ¿Gadafi es realmente el señor que vemos en las imágenes?, ¿el vídeo es real? ¿ETA va a poner punto y final a más de 50 años de violencia y terrorismo o es sólo una artimaña más?
Sea como sea, parece como si "el mundo" haya querido poner las cosas en su sitio rápidamente y a la vez. Sin embargo, he de confesar que mis sensaciones internas no son precisamente ni de alivio ni de paz. Una paz que ansiamos todos, hasta el punto de que si le decimos a un niño que pida un deseo, seguramente pedirá que haya paz en el mundo. Hablar de paz es conmovedor, toca nuestros corazones, nos enternece y a la vez nos provoca seriedad en el pensar... Sin embargo, todo deja de ser tan sumamente ideal cuando nos concienciamos de que la paz real no tiene sentido ni se consigue si no hay perdón.
La paz y el perdón van de la mano. Sin duda alguna la palabra paz es mucho más romántica y el perdón, mucho más exigente. Ambas plenifican (¿por qué la RAE no incluye esta maravillosa palabra?) nuestra vivencia interior, y nos hacen experimentar auténticos sentimientos de humanidad. Pero eso sí, antes de llegar ahí habremos vivido aquello de "qué difícil es perdonar de verdad".
Y yo sinceramente, creo que se ha perdido el sentido del perdón. Es muy habitual cruzar declaraciones en las que el perdón brilla por su ausencia y en las que no sólo no aparece ni por asomo, sino que conscientemente se aleja todo lo posible y está mal visto como final de una situación de conflicto. Yo no puedo dejar de pensar en el perdón cuando acontecen hechos como los del "20-O". Es duro hablar de perdón cuando numerosas víctimas cargan con su "vida truncada" día a día, pero es la única salida verdadera hacia la paz y el único camino para conseguirla.
Espero inquietante unas declaraciones de la banda terrorista ETA donde se mencione el perdón, donde pidan perdón expresamente a todas las víctimas y a todos a los que les han "deshecho" su vida. Espero y no llegan, ni siquiera me queda ya casi esperanza de que algún día vayan a llegar. Sin embargo, siento también que si los terroristas pidieran perdón, muy difícilmente se les concedería. Deben ser juzgados y pagar por lo que han hecho, pero si esperamos llegar finalmente a una situación de paz, antes deben pedir perdón para después ser perdonados. Un perdón humano, que no excluye la aplicación de la ley sino que va por otro camino.
Y similares sentimientos me transmiten las muertes de Bin Laden, Gadafi o Saddam Hussein. No tanto sus muertes como las impresiones que suscitan las noticias que anuncian sus asesinatos. Una sensación de alivio y alegría... ¡¿Cómo se pueden decir cosas como "por fin", "¡qué bien!" o simplemente llamar buena noticia a algo así?! Son responsables de los crímenes que han cometido, pero nadie puede tomarse la justicia por su mano y mucho menos "solucionar" el problema cayendo en el mismo error del que se acusa al ajusticiado. La muerte debe ser inconcebible en cualquier situación y la justicia debe aflorar incluso en los secarrales. Es abominable que se entienda mejor y antes la muerte que el perdón.

viernes, 14 de octubre de 2011

¿Por qué me tiene que tocar a mí?

Vamos dejando ya atrás la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud, pero para muchos este encuentro sigue "coleando". Por eso quiero escribir todavía algunas entradas más sobre ello.
Una de las preguntas más importantes sobre la JMJ es "¿por qué se realiza un evento así?" Las personas de la Iglesia se lo preguntan para ser conscientes de la razón de ser de un encuentro de estas características. Y las personas que viven allí donde se realiza también se lo cuestionan, pues lo viven de cerca, y les "afecta" en su vida diaria. Ambos grupos conviven durante una semana, y la respuesta a esta pregunta marca el devenir de sus relaciones.
Por eso, la convivencia entre los peregrinos y los habitantes de la ciudad es tan importante. Es fundamental a todos los niveles en el desarrollo de las jornadas. Y podemos decir que en Madrid hemos sentido la cercanía de la gente para bien y para mal.
Nos han hecho llegar sus impresiones y no siempre han sido muy agradables. Hemos recibido amenazas, insultos, "mensajes de bienvenida"... No ha sido frecuente, ni mucho menos, pero sí lo suficiente como para hablar de ello. Puedo entender las molestias que causa un evento así, pero me resulta complicado entender ese sentimiento de odio. ¿A qué es debido?, ¿qué es lo que realmente molesta? ¿Es el Papa?, ¿la Iglesia?, ¿el dinero que ha costado? ¿Por qué molesta ver felices a tantos jóvenes en una sociedad reinada por el stress y la desesperación?
Sinceramente, no me creo ni que nos preocupe el dinero que ha costado, ni me creo que sean simplemente las molestias de tener que cambiar mi día a día habitual para llegar a trabajar o para ir a comprar el pan. Más que nada porque hay otros muchos eventos en los que ocurre lo mismo y las reacciones son muy diferentes. Creo que el que molesta es Dios. En nuestra sociedad hemos escondido a Dios, todo lo que habla de Dios se ha metido en un cajón. Vivimos al margen de Él, como si no existiera. Y en este ambiente, de repente han llegado cientos de miles de jóvenes que transmiten su existencia. Se llega a respirar e incluso masticar ese sentimiento, y esto produce un choque frontal, un choque que también se produce en el interior de las personas que "pasan al lado".
Y es que esto es lo esperado y deseado en una Jornada Mundial de la Juventud. Lo importante no es el número, ni la diversidad de culturas y países, ni si la organización lo hace bien o mal. Lo verdaderamente importante es el encuentro con Dios. Ese encuentro fraterno que abraza al que está alrededor y le aprieta vigorosamente para enfatizar el sentimiento comunitario. Es un abrazo figurado, pero real. Y todos sabemos que es muy incómodo que te abracen cuando tu no quieres que lo hagan.
Pero no todo son choques y luchas, obviamente. Hemos encontrado a gente que ansiaba ese abrazo, que se han acercado a recibirlo y que querían saber qué se sentía ahí adentro. Personas que sentían la necesidad de ayudar y de hacerse partícipes de lo que estaba ocurriendo, que te contemplaban con ilusión, emoción, asombro... Recuerdo un matrimonio mayor que se acercó a preguntarnos. Al rato descubrimos, porque así nos lo confesaron ellos, que simplemente querían estar junto a nosotros, vivir aquello desde dentro. Nos dijeron: "Sabemos que es vuestro momento, pero nosotros hemos salido a la calle para que nos contagiéis ese espíritu joven y esa fe”.
Ojalá la JMJ haya calado hondo no sólo en aquellos que se inscribieron, sino también en aquellos que tuvieron la suerte de verlo con sus propios ojos. Estoy seguro de que así ha sido, y estoy seguro de que no peco de orgulloso si digo que muchos lo esperaban y emocionados salieron a su encuentro, y otros muchos no lo esperaban y Dios se encontró con ellos.

domingo, 2 de octubre de 2011

"El que más miente es más señor"

He de reconocer mi escaso afecto hacia los medios de comunicación. No puedo ni debo esconderlo. Como muchos, busco un medio que transmita información veraz, contrastada y fiel a la realidad, pero hoy en día es misión imposible. Cuando me topo con algo así, mi asombro es mayúsculo y siento una paz interior difícil de describir. Algo dentro me dice: "¡Bien!, así sí, por fin".
En algunos casos, la información errónea es fruto de la incompetencia de los redactores. Sí, así es, porque así lo reconocen ellos mismos. El otro día iba escuchando la radio en mi coche y cuál fue mi sorpresa al oír lo siguiente:
"Hoy está con nosotros el alcalde de Bilbao [...] Antes de nada, queremos pedir perdón por una noticia de hace unos días en la que decíamos que el alcalde de Bilbao iba a estar unos meses de baja. Obviamente no es así. Copiamos la noticia de un medio digital y no la contrastamos. Debíamos haber llamado al ayuntamiento de Bilbao para comprobar que era cierta, no lo hicimos y nos equivocamos".
Es muy loable reconocer los errores y disculparse, pero creo que hay ciertos errores que no se pueden cometer. Al igual que al panadero no se le puede olvidar echar la levadura al pan, el periodista no puede informar sobre algo que ni siquiera sabe si es cierto o no. No es justo que la sociedad cargue con las consecuencias que traen consigo los intereses de una empresa.
De hecho, no siempre los errores en la información son fruto de la incompetencia de un periodista. Somos muy ilusos si pensamos así. Detrás de la información manipulada (sí, sí, manipulada) están los intereses de unos y otros que hacen crecer el sesgo de manera desmesurada. Ya comenté algo en El "Cuarto Poder", y vuelvo al mismo tema por una situación curiosa que me ocurrió hace unos días y que muchos de vosotros habéis vivido también.
La Sexta da la noticia. El mensaje es claro y viene acompañado de un vídeo: "El alcalde de Valladolid quiere imponer normas de decoro, a golpe de prohibición. No se podrá ir en bañador por la calle, ni en chanclas, ni mendigar". Leyes parecidas las hay en infinidad de ciudades, pero ¿eso de las chanclas? ¿Cómo no vamos a poder ir ni en chanclas? La estupefacción se apodera de las mentes del público...
Rápidamente el vídeo se propaga por todas las redes sociales. Su título: "Ni en chanclas por Valladolid". Comentarios y comentarios circulan por la red. Busco en Google: "chanclas Valladolid". Cientos de resultados, casi todos dicen lo mismo (¿lo habrán copiado sin contrastar?). La noticia llega a los foros. Y no sólo en Internet, en el trabajo y en la cafetería hablan de ello. Me paro a pensar un segundo: "¿Será verdad? ¿Lo compruebo? ¡Cómo no va a ser verdad!" Pienso de nuevo, recuerdo mis chanclas y me digo: "Sí, lo voy a comprobar".
Entro en un foro y allí están discutiéndolo. Unos dicen que es verdad, y lo demuestran con miles de enlaces. Otros dicen que es mentira, pero no acompañan pruebas. De repente un forero publica un enlace a la web del ayuntamiento. "¡Bien!, así sí, por fin". Lo leo y mis sospechas dejan de serlo. ¡Increíble! Ahí no dice nada de las chanclas. Se lo han inventado...
No es más que un ejemplo, lo mismo ocurre en otros frentes. No en un debate izquierda-derecha. A lo que voy es al poco escrúpulo que se debe tener para poder llegar a situaciones como ésta, más aún desde un trono como el de los medios de comunicación. Este caso apenas tiene importancia, pero podemos pensar en otras noticias mucho más serias en las que la trascendencia de un engaño así sería mucho mayor.
Hemos llegado a una situación en la que los medios de comunicación hacen lo que quieren, en la que nadie puede decirles nada y en la que se anteponen los beneficios de unos pocos al derecho a la información (veraz). Cuando escuché que se estaban planteando controlar el contenido de los servicios informativos de la televisión pública me escandalicé. Ahora llego a preguntarme si no sería incluso mejor... Estoy seguro de que no, pero también sé que la mentira nos lleva a un camino hacia ningún sitio.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

La otra JMJ

Para bien o para mal es imposible vivir en España y no haberse enterado de que la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) se celebró aquí en agosto. Un evento multitudinario que no ha dejado indiferente a nadie.
Al llegar a casa después de un evento así, todo son preguntas. Todo el que te ve te pregunta qué tal te ha ido, y no te preguntan "por preguntar", sino que se nota que hay un interés real detrás. Sin embargo, yo he notado que hay cierta discordancia entre lo que te preguntan y lo que tú esperas que te pregunten. Prácticamente tienes las respuestas listas para sacarlas a la luz, pero las preguntas no encajan... ¿Por qué? –me pregunto yo–, quizás porque no se sabe bien qué es realmente la JMJ.
Ha pasado ya más de un mes desde que acabó y ahora todo se ve con otra perspectiva. No sé si la JMJ te cambia la vida, no estoy seguro, puede que dependa de la persona, puede que dependa de las circunstancias de cada uno... De lo que sí estoy seguro es que la JMJ te toca. Te deja como tonto.
Me imagino esa persona que está tranquilamente en el salón de su casa, viendo la tele y siente que llaman al teléfono. Se levanta lentamente sin dejar de ver el televisor, como vagueando, y justo al descolgar le dicen: "Salga de inmediato de su casa, su vida corre peligro". En ese momento deja todo lo que está haciendo y sale despavorido, se aleja por el campo sin mirar atrás, y cuando siente que ya puede girar la cabeza de nuevo hacia su hogar, se encuentra con que su casa, aquella que construyó con todo su empeño y su ilusión, ha sido destrozada por un huracán. La cara de ese señor, y la de un joven que vive la JMJ, estoy por asegurar que son muy muy parecidas.
Ese señor después construirá otra casa, seguirá yendo a trabajar, volverá a ver la tele..., su vida aparentemente será la misma. Pero lo más seguro es que cuando reconstruya su casa se preocupará de que sea más estable, cuando vea la tele estará más atento a lo que ocurra a su alrededor, e incluso, cuando tenga que afrontar alguna situación difícil sabrá distinguir entre lo que es realmente importante en su vida y lo que no son más que simples tonterías... Aquel día del huracán quedará grabado en su retina para siempre, y su vida estará marcada por aquellos instantes en los que todo lo que era estable se tambaleó y se fue al garete.
La JMJ no tira tu casa por los suelos y por supuesto, no es una experiencia amarga, más bien todo lo contrario. Durante una JMJ, cada instante está lleno de alegría, de júbilo, de paz. Sin embargo, ésa es la experiencia exterior, la que se palpa en el ambiente, la que se ve en la calle... La vivencia interior es distinta, muy distinta. Sientes que todo se tambalea, que muchas cosas las has puesto en la balda de "seguras" y de repente algo te las tira al suelo para que las tengas que volver a colocar.
Muchas dudas se disuelven como si nunca hubieran existido; muchos miedos desaparecen, pasan a ser sinsentidos; las dificultades y obstáculos que antes estaban en el camino, ahora parece que alguien de repente los ha quitado de en medio... Y también aparecen temas que nunca te habías planteado y que ahora los pones en el centro de tus pensamientos. En definitiva, una vivencia exigente, dura, y a la vez, extremadamente gratificante. Cuando termina una JMJ, es imposible no acordarte de tu gente cercana y pensar: "Ojalá hubieras venido".
No puedo resumir fácilmente todo lo que se vive, pero creo que sí que he contado algo diferente de lo que se ha podido leer sobre estas jornadas en los medios de comunicación "habituales".
Las preguntas que surgen son las habituales: ¿estamos todos sugestionados?, ¿nos comportamos como gregarios?, ¿nos hemos creado todos una imagen en la cabeza inexistente?, ¿relacionamos sentimientos, pensamientos y emociones con lo que no es? Yo siento que no.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Vuelta a las andadas...

Es difícil retomar la actividad de un blog. Me dispongo a ello con ganas, ilusión y esperanza. Creo que va a ser una etapa distinta a la anterior, y eso, obviamente, se reflejará en el tono y en la temática de mis posts.
Creo que es un buen momento para darle una vuelta de tuerca más a esta bitácora y enfocarla aún más hacia todo aquello que guía mi vida. Algunos dirán que es un giro hacia la derecha, otros que hacia la izquierda (los menos); algunos me criticarán por ser un tanto extremista y otros por pecar de blando. Hoy en día, si das que hablar ya tienes suficientes razones para considerarte exitoso. Yo no lo creo así (tampoco persigo el éxito), pero quizás sí consiga dar que hablar. El éxito en realidad sería que tanto los lectores como el escritor nos paremos a masticar las palabras aquí escritas.
Con esta esperanza recomienzo mi andadura por estos lares y espero que todos pasemos buenos momentos leyendo y meditando.
Y para terminar, quiero dedicar esta entrada del blog y esta nueva etapa (esto ya parece la tele), a un "compañero de camino" que leía el blog, que me sorprendió el día que, estando en su casa, me dijo '¿Qué tal llevas el blog?' porque yo pensaba que ni siquiera habría tenido tiempo de mirarlo, que me corrigió en muchos temas de mi vida (incluyendo el lenguaje), que llegué a apreciar mucho en los escasos momentos que vivimos juntos, y que lamentablemente hoy ya no va a recibir este post en su correo. Estoy seguro de que podrá leerlo de otra manera...

miércoles, 6 de octubre de 2010

Interrumpir o Vivir (II)

(Esta entrada es continuación de otra anterior: "Interrumpir o Vivir (I)")
En la entrada anterior sobre este mismo tema, me centré casi de forma exclusiva en hablar sobre la "ley del aborto" y sobre las diferentes medidas que iba a tomar al respecto el Gobierno. Como ya decía allí, quizás esa fuera la parte más fea, más sucia. Y es que en verdad es así. Muchas veces cuando hablamos del aborto, nos centramos en las leyes, en lo que debe estar prohibido o no, en lo que es moral o inmoral y no nos paramos a hablar sobre por qué no hay que abortar.
Está claro que si se considera que el feto es un ser humano, una vida más, el aborto es un asesinato y por tanto, en ninguna cabeza cabe la idea de llevarlo a cabo. Siempre hablamos en estos términos porque aquí es donde está el quid de la cuestión. Pero ¿por qué no hablar de lo que pasa cuando no se aborta?
Cambiemos la perspectiva. Solemos decir: "No abortes, porque si lo haces estás deshaciéndote de una vida inocente, no estás pensando en el derecho del niño a nacer y tendrás remordimiento de conciencia y tal y cual..." En vez de eso, digamos: "Si no abortas..." y expliquemos lo que pasa en ese caso. Entonces ahora alguien saltará y dirá: "¡Estás loco! Si quiere abortar, lo peor que le puedes decir es qué va a pasar si no lo hace, porque le darás más razones para hacerlo". Si realmente pensamos esto, ¿qué idea tenemos en la cabeza sobre lo que es tener un hijo?
Pues en gran parte, lo que oímos a los padres y lo que hace que la "ley del aborto" tenga sentido para muchas personas. Todo parte del egoísmo y del pensar en uno mismo; de la incapacidad de pensar en el otro antes que en mí y del deseo ardiente de tener una vida fácil, acomodada, sin complicaciones y con "cada cosa en su debido momento". En realidad no es en su debido momento, sino en el momento que a mí me place. Esa es la filosofía de vida de muchas personas: "ser feliz" lo llaman algunos, "estar bien" lo llaman otros, "tranquilidad y tiempo para mí y para los míos" expresan los más agudos.
Todo esto da lugar a algunas de las frases más oídas de los padres. "Piénsatelo bien, porque tener un hijo te cambia la vida". "Una vez que tienes un hijo, olvídate de salir por ahí y de tener tiempo para los amigos". "A ver si llevo a los chicos a entrenar y así me saco un tiempo para poder descansar". "Una vez que llegan los niños a casa, ya no puedo ni ver la televisión tranquilo". "¿Vais a tener un hijo? Ganas tenéis de complicaros la vida tan jóvenes, primero hay que disfrutar". Y así, muchas más...
Quizás la más importante de todas sea la primera: "Te cambia la vida". Y es que al menos eso sí que está claro, pero ¿por qué parece que todas estas frases tienen una lectura negativa, o al menos no positiva? Parece que tener un hijo es la perdición, el acabose, el fin de una etapa... Incluso cuando hablas con muchos padres, sus hijos parecen un estorbo, como una carga pesada de la que les gustaría deshacerse cuando quisieran ("A ver si se hacen mayores ya" se oye a menudo). Con esta situación, ¿no es lógico que unos padres primerizos se planteen abortar?
Y es que hoy en día nadie habla del tan famoso "amor de madre". Sí, algunos se lo tatúan, pero ¿quién habla de él? Incluso si algún atrevido se lanza a hablar sobre él, lo hace desde la perspectiva de hijo querido, pero no desde el punto de vista de la madre o del padre. Típicas frases son "Madre no hay más que una", "Mi madre es la mejor del mundo" o "Nadie te querrá como tu madre". ¿Acaso son mentira? Pues no, no lo son.
Cuando no abortas, o lo que es lo mismo, das a luz a un hijo, te cambia la vida y empieza a ser muchísimo más complicada, quizás más aún de lo que te pudieras imaginar. Tienes la responsabilidad de una vida en tus manos, tienes la posibilidad de educar a un niño, de ver crecer a una persona, de compartir toda tu vida con ella. Has logrado el milagro de la vida en ti misma (o en ti mismo, recordemos que el padre también pone su semillita...) y puedes abrazar al niño y sentir cómo late su corazón. Pronto podrás percibir cómo siente, cómo piensa, cómo quiere y cómo habla... ¡Hasta te va a decir cosas! Quizás hayas tenido dudas y miles de preocupaciones durante 9 meses... ¡Ahora ya no tienes ninguna!
No quisiera pecar de sentimentalista, aunque quizás ya lo haya hecho, pero está claro que cuando tienes un hijo, todo cambia. Vas a dar hasta tu último aliento por ese hijo, vas a estar dispuesto a entregarte del todo a él y a desvivirte por él. ¿Acaso puede haber algo más bonito?